
I. INTRODUCCIÓN
La investigación tuvo como objeto de
estudio las prácticas formativas
universitarias de escritura académica. En
los contextos mundial, continental,
nacional y regional, dichas prácticas
presentan vacíos y dificultades,
principalmente en estudiantes que cursan
el primer ciclo de estudios universitarios.
En el contexto mundial, la Organización
de las Naciones Unidas para la Cultura,
las Ciencias y la Educación (Unesco,
2021) declaró que, antes de la pandemia
por COVID-19, los niños que carecen de
competencias básicas de lectura estaban
en una condición deficiente. Se pensó
que pasarían de 483 millones a 460
millones, en 2020. No obstante, la
pandemia incrementó el número de niños
con dificultades a 584 millones, en el
mismo año. Aumentó más de 20 % y
anuló los avances alcanzados. En
contraposición con esta situación, según
la ODS4: Educación, para el 2030 intenta
asegurar que todos los jóvenes y, un
mínimo de adultos, entre hombres y
mujeres desarrollen competencias de
lectura, escritura y aritmética. Sin
embargo, la Superintendencia Nacional
de Educación Superior Universitaria
(Sunedu, 2021) afirma que los jóvenes
universitarios peruanos interrumpieron
sus estudios en un aproximado de 12 %,
al inicio de la pandemia. En la costa y
selva aumentó más de 16,7 y 15,1 puntos
porcentuales, respectivamente, entre
2019-2020. En el contexto continental,
la educación básica tiene una práctica
habitual desde hace años respecto a la
evaluación estandarizada de
competencias comunicativas de lectura y
escritura (pruebas Programa
Internacional para la Evaluación de
Estudiantes o Informe PISA desde el
2001, y Laboratorio Latinoamericano de
Evaluación de la Calidad de la
Educación, LLECE, desde 1997. En
cambio, en la educación superior
universitaria, la evaluación de la
escritura académica solamente existe
como evaluación del aprendizaje, a nivel
del desarrollo de las asignaturas, para
verificar y valorar logros de
competencias letradas, pero no existe
como evaluación estandarizada, que dé
cuenta de logro de indicadores macro de
avance institucional o de país en estas
prácticas universitarias. El dominio
competente de lectura y escritura son
procesos graduales, requieren de la
mediación de la enseñanza, de ahí que
deben seguir enseñándose en la
educación superior, nivel en que se torna
más compleja, pues en la labor
universitaria son competencias aún no
debidamente atendidas. El docente
asume que el universitario ya lee y
escribe, le encarga la elaboración de
textos académicos (informes,
monografías, ensayos), sin enseñarles
cómo elaborarlos, incluso muestran
disconformidades por los modos de
redacción, pero no se hacen responsables
de hacer algo después de expresar esas
desazones (Carlino, 2021). En el nivel
superior, los estudiantes develan serias
deficiencias en la redacción de textos,
aspectos cuyo desarrollo también
requiere ser articulado con el nivel de
EBR. REDLEES/ASCUN (2013)
sostiene que los estudiantes de educación
media no están familiarizados con la
lectura de textos argumentativos, sino
con los textos literarios, mientras que en
la universidad se requiere que el alumno
domine diversos géneros discursivos;
por ello, la labor del docente universitario